"Hey, recuerdo el ultimo Domingo. . .Chica, gracias por todo, tu. . .Tu eres mi salvación, porque sin ti puedo vivir. . .Pero sin ti soy el mas miserable."
Volvía la rutina del día a día, ahora tan solo quedaba esperar hasta el siguiente fin de semana pero. . .Para mi no era tan difícil.
Yo era diferente a los demás, era el Típico Chico Incomprendido.
El típico chaval al que nadie entendía, el solitario, el rarito... Odiaba relacionarme con la gente, no tenia amigos ni los necesitaba. Llegaba a clase, me sentaba, no dirija a nadie la palabra y me iba, nadie sabia nada de mi, no compartía mis problemas con nadie, todo mi mundo estaba en mi interior, junto a Ivette.
La echaba tanto de menos, el colegio no me importaba, los amigos ni la familia, ni yo mismo. . .Solo ella, era lo mas importante del mundo, y era mía, estaba en mis manos cuidarla y que fuese feliz, y quería lo mejor para ella, lo tendría.
Ella era diferente entre semana, se centraba en los estudios y dejaba a todo de banda, incluso a mi un poco. . .Aveces nos enfadábamos por esa razón, ella me quería muchísimo pero no la sentía cerca mio por los malditos estudios.
Cuando se acababa el colegio y me despedía de ella. . .El infierno tomaba posición y me seguí a a todas partes. Yo era el alma en pena, el cuerpo condenado del diablo, su rata de laboratorio.
Una marioneta que vagaba sin rumbo, llegaba a mi casa, cerraba las luces, ponía música de "gritos" y me quedaba solo, el mundo no volvía a saber nada de mi hasta la mañana siguiente.
Era difícil explicar aquí mismo todo lo que se me pasaba por la cabeza, mis ideas se entrecruzaban en mi cabeza como si fuesen cuchillas afiladas, y todas y cada una de ellas, hacia daño a mi mente.
Podía, tan solo decir, que yo mismo me aterrorizaba. . .Yo no era normal, estaba loco, ¡ESTABA LOCO! la sangre chorreaba de mis brazos, la única luz de aquella sala era el brillo maligno de mis ojos, de ansias de hacer daño, de ver sangre. . .Ansias de matar.
Deseaba hacer sufrir, ver sufrir, sufrir. Era lo único que yo quería, cuando ella no estaba yo me destruía, me destrozaba los brazos como si escribiese con un cuchillo en la corteza de un árbol.
Dolor, angustia, pasión, el color rojo oscuro era todo para mi, la sangre, el elixir para vivir.
Miles y miles de letras que ni yo podía descifrar estaban selladas en mis brazos con cicatrices, parecían mensajes, yo no sabia, no entendía, solo sentía placer al cortarme, al rajarme la piel y abrirme las muñecas, era algo tan revitalizante, me relajaba, yo veía el dolor como una forma de relajación y nadie podía cambiar mis pensamientos, ni la medicación.
Al final acababa perdiendo el control, la conciencia, perdía la noción del tiempo y caía en un profundo sueño, del cual nunca sabia si iba a despertar, pero siempre acababa haciéndolo, para llegar un nuevo día, y seguir con mis ganas de torturar.
Llegue al colegio, no mire a nadie y solo hable con mi amada, nos queríamos tanto que era todo perfecto, deseaba vivir para siempre con ella y estaba feliz, se me notaba la felicidad cuando la miraba a los ojos.
Me vio mis asquerosos brazos, llenos de infames marcas, se enfado conmigo y me insulto, yo. . .No sabia que hacer, me quede allí parado, sin entender, me dejo allí, ella se alejo de mi, y durante todo el día, ella estaba triste, no le gustaba que me hiciese daño, odiaba que me auto lesionara, se preguntaba el por que, si era tan feliz.
No se lo podía explicar, ni yo lo sabia, ¿Por que me cortaba, por que era tan triste mi vida? No lo se, era mi método cuando contestaba.
Me hizo jurarle que no volvería a coger una cuchilla jamas, y se lo jure, por ella. . . Aprendería a sufrir de otra manera.